Estas son las hormonas que yo, la pareja, me he zampado en los últimos diez días. Antes de que A. empiece con su transición queremos quedarnos embarazados, así que para lograrlo me toca tomar yo las hormonas y él tiene que aguantar mis repentinos cambios de humor. Meriestra es un medicamento que normalmente se prescribe a las mujeres en la menopausia. Estoy tomando cuatro veces la dosis diaria recomendada para su público objetivo.
Mañana iremos al IVF de nuevo para que me indiquen cuánto tiempo más de tomar hormonas me falta hasta la transferencia de los embriones. Tengo receta para dos blísteres más…
Hormonados…
La gran ventaja de esta etapa es que A. ve de primera mano cómo las hormonas pueden afectar al ánimo, el libido (completamente desaparecido en mi caso), la paciencia, etc. Tengo la esperanza de poder tirar de esta experiencia más adelante. Mientras tanto sufro ataques de llanto cuando veo una película triste (o me insinúan algo triste), cuando escucho música romántica o sin ninguna razón aparente.
Lo que más odio de esta experiencia es esa frase, descalificadora por excelencia, que toda mujer conoce: “son las hormonas“. Como si eso invalidara cualquier sentimiento o inquietud aunque no tenga nada que ver con las hormonas o me dé cuenta porque estoy más sensible.
En fin…
Por un lado es cómodo poder culpar a las hormonas pero por el otro es un coñazo. Imagino que eso vale para cualquier proceso de hormonación.